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jueves, 24 de febrero de 2011

A PROPÓSITO DE LA LEU (II)

Magaldy Tellez
Universidad Nacional Experimental Simón Rodríguez

Quizá no pocos desconozcan que la Ley de Universidades de 1970 nació de un pacto entre los partidos COPEI y AD, para reformar con urgencia la Ley de Universidades promulgada el 5 de diciembre de 1958, tras el derrocamiento de la dictadura perezjimenista. Nació de un pacto, cuando estos partidos deciden aprobar en el Congreso dicha reforma, bajo cuyo amparo se procedió a destituir a las autoridades de la UCV, encabezadas por el rector Dr. Jesús María Bianco, y a designar autoridades interinas, bajo la rectoría del ingeniero Oswaldo De Sola, luego de que el gobierno decidiera violar su autonomía e intervenirla ocupando militarmente todas sus dependencias. La ley de Universidades de 1970 estableció en su artículo 9 el carácter autónomo de las universidades; pero también añadió al artículo 7, donde se estableció el carácter inviolable del recinto universitario, que además de vigilar sitios abiertos al libre acceso y circulación, las autoridades nacionales y locales podrían tomar “las demás medidas que fueren necesarias a los fines de salvaguardar y garantizar el orden público y la seguridad de las personas y de los bienes, aun cuando estos formen parte del patrimonio de la Universidad”.
Si bien los artículos relacionados con la autonomía son mejorables, la LEU, hace cruzar la autonomía por varios artículos; entre otros: el 4, literal 1, como “principio y jerarquía que otorga a la universidad la competencia para dirigir la acción del gobierno universitario…”; el 13, literal 1, como condición de todas las universidades oficiales; el 17, como ejercicio inherente al desarrollo de sus procesos fundamentales de formación integral, creación intelectual e interacción con las comunidades, vinculados a los Planes de Desarrollo Nacional, a la libertad académica y a la democracia protagónica; el 33 y el 34, como ejercicio expresado en la formulación del reglamento general interno de cada universidad; el 53, como condición inherente al fomento de la creación intelectual; del  89 al 98, como condición de cada universidad para decidir sus órganos autónomos de gobierno.
A decir verdad, una no sabe si molestarse o reírse ante la reiterada afirmación de que la LEU acaba con la autonomía universitaria. Tal parece que en esta reiterada postura se encuentra el sueño de una autonomía universitaria que se traduzca en el hecho de que la universidad acuñe su propia moneda y tenga su propio ejército. En efecto, de los cuestionadores a ultranza de la LEU, nada hemos escuchado ni escuchamos decir nada acerca del hecho de que autoridades y   gremios, defiendan muy frecuentemente los intereses de su colectivo, cuando no directamente intereses personales, por encima de los de la institución. Ni respecto de una universidad sometida durante décadas a la lógica del mercado, a intereses particulares, a un modelo de conocimiento y de educación excluyente, profesionalizante, disciplinario, cientificista y ajeno a los problemas de la sociedad. Como si la máxima aspiración de muchos estudiantes de ser gerentes de transnacionales no fuese el efecto de un modelo universitario sometido a dicha lógica; como si la indiferencia de universitarios ante lo que produce la exclusión y la pobreza no fuera el efecto de una universidad sometida a su ensimismamiento; como si las instituciones universitarias no tuvieran responsabilidad social; como si estuvieran exentas de control por parte de la sociedad y del Estado. Y como si la cuestión de la Autonomía Universitaria no tuviera nada que ver con lo fundamental de ella: liberarnos de los modos de pensar, decir, hacer y sentir que se nos han impuesto.
Por ello es la autonomía, más allá del gobierno universitario y de la administración de recursos financieros, lo que está en juego cuando decimos, de verdad, transformación universitaria: la que no vendrá del Ministerio, por muchas competencias que se atribuya, ni de autoridades universitarias de distinto rango dispuestas a mantener el status quo, sino de las resistencias que en cada universidad se hagan frente a los juegos de saber-poder instalados en ellas: ¿Nos haremos cargo de ello?

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