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sábado, 15 de enero de 2011

EDUCACIÓN Y ESCOLARIDAD: LA CRISIS COMO COTIDIANIDAD (y III)

Edgar Figuera
Universidad Bolivariana de Venezuela

    Otras de las Tesis explicada debidamente en el Foro al cual hemos venido haciendo referencia en las dos entregas anteriores y que forman parte de una década intensa de investigación sistemática en las ciencias sociales a partir del tema educación, la podemos esbozar de la forma siguiente:
    Desde la perspectiva de la cultura, la educación que produce y transmite una sociedad no es ni buena ni mala; no es de baja, media o alta calidad y nunca está en crisis. La educación es la consecuencia más inmediata y la más tangible evidencia dialéctica del sistema social de relaciones y intercambio, de significaciones y representaciones que las intersubjetividades directamente responsables de la gestión de la escuela y la escolaridad, de sus procesos de trabajo y resultados producen en determinas condiciones históricas de su formación económico-social, como imaginario representativo de una forma de asumirse en el contexto cotidiano donde generan los contenidos que definen la naturaleza de las creencias entre los diversos actores que determinan “lo socialmente educativo”, siendo la expresión epocal de una forma de pensar y hacer en la cultura.
    En la educación se integra una plataforma de significaciones y representaciones de múltiples factores definidos como ideológico-políticos y que en sus procesos esenciales expresa toda la inmanencia cultural de lo que la sociedad es como geohistoria. Entonces, las preguntas sobre la educación y las supuestas crisis son de otra naturaleza y deben responder, al menos, a otras lógicas epistémicas, a otra racionalidad y no para remediar lo que por historia no es remediable ni salvable: la modernidad. El alud modernista está arrasando aceleradamente con todo lo instituido y con todos aquellos “constructos” que le daban forma europeizante a la ratio technica de la ilustración y que desde entonces estamos empleando para explicarnos en tanto americanos, echando mano de conceptos, nociones, categorías que ni siquiera en estos tiempos le dan significado y sentido de uso a los propios europeos; dicho esto, ¿es posible creer que la educación y todas sus formas expresivas quedarán en pié? No agotemos los pocos “víveres” que quedan en nuestras “despensas”; empleemos las pocas cosas “no perecederas” en aportar en la demolición de ese muro de Berlín llamado modernidad y tratar de abonar otros campos de trabajo, que por los momentos llamaremos  “umbrales de transición”.
    La llamada “crisis de la educación” es parecida, en la banalización del debate y en sus diversos abordajes, a la mediatización de frases como “crisis de valores” o ausencia de valores” o, más comúnmente, “se han perdido los valores” o “hay que rescatar los valores” y otras expresiones análogas. Los valores ni se pierden ni están en crisis, mucho menos han sido secuestrados para solicitar ser rescatados. Dicho de la manera más sencilla: las personas hoy creen en otras “cosas” (¿valores?), expresan otros marcos referenciales en sus relaciones cotidianas; algo se está moviendo en sus sistemas de creencias que están pensando y haciendo desde otras lógicas y todavía no hemos asumido que lo que está en crisis no son los valores, sino todo el sistema a partir del cual éstos se expresan en determinadas formas de vida que han entrado, ya hace algún tiempo, en un tobogán sin retorno.
    La modernidad está desmoronándose y con ella todos los supuestos que estuvieron en su fundación. La educación tal como fue ideada y materializada es expresión filosófica, axiológica, teórica y metódica de la modernidad, no podía quedar en pié, es parte agonizante de la forma de la colonialdiad. Esa misma educación donde nos hemos formado y que hoy desde la escuela primaria hasta la universidad no da para más; no al menos para impulsar cambios estructurales, como por ejemplo, una revolución socialista. En estos desaciertos educativos se nos fue la mayor parte del siglo XX.
    Las preguntas recurrentes que nos hacíamos en otros tiempos (si con esta educación saldremos de la pobreza, o si con esta educación superaremos la dependencia científico-tecnológica, o si mejorando la infraestructura, la dotación, la formación docente y su praxis, etc., tendremos una mejor educación capaz de vencer la corrupción, y otras muchas formulaciones...)  hoy no tienen sentido. Las preguntas hoy tienen otras intenciones, por ejemplo, desde dónde pensar un nuevo comienzo.

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