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sábado, 15 de enero de 2011

MAESTROS EN PROBLEMAS

                                                       Rigoberto Lanz

La más grande amenaza que pesa sobre una sociedad
que proclama ´la satisfacción del consumidor´ como su
motivación y su finalidad es precisamente el consumidor
satisfecho.
ZYGMUNT BAUMAN: l´ethique a-t-elle une chance dans un monde de consommateurs? P. 167

    Cuando usted le pone la lupa a la palabra cambio aparecen multiplicidad de componentes que no se observan a distancia. La lupa se pone muy borrosa si usted mira con detenimiento esos ámbitos emblemáticos que urge transformar: el mundo del trabajo, las representaciones culturales, la sexualidad y el “cuidado de sí” (Foucault), la dietética y la aeróbica, el ámbito de la educación, entre otros; encontrará que todos permanecen en una pasmosa situación de reproducción de lo dado, no hay en ellos signos visibles de una mutación cualitativa.
    En un proceso de transformación revolucionaria de la sociedad (palabras mayores) es esencial contar con dos palancas que son reglas de oro: por un lado, una visión estratégica de la dialéctica social que permite distinguir netamente el Norte del Sur, es decir, permite valorar en cada momento cuál es el rumbo que llevamos, hacia dónde marchamos. Por otro lado, un hacer cotidiano (desde el gobierno o desde cualquier lado) que va horadando y construyendo, demoliendo y armando, removiendo e instalando. Todo al mismo tiempo. Todo en el mismo acto. ¿Habrá claridad del papel de estas reglas de oro?
    Con la cuestión educativa viene ocurriendo lo que podía adivinarse: *una resistencia feroz de la derecha que está conciente de las implicaciones de lo que significa cambiar de raíz del modelo educativo imperante; *un boicot permanente de la derecha de la izquierda que no entiende demasiado de qué va la cosa; *un  ir y venir en los sectores más radicalizados de la izquierda que no han podido ganar las múltiples batallas internas (al estatismo reinante, a la enfermedad burocrático-despótica de los aparatos, a la mentalidad conservadora del entorno magisterial)
    El mundo de los formadores está lleno de opacidades. Son un sector clave en la reproducción de la lógica de la dominación (incluso cuando los maestros no están enterados) y podrían ser también un vector esencial en la conformación de una nueva subjetividad. Pero estamos lejos de esto último. Reina el atraso y la mediocridad, prevalece el pragmatismo sindical y la crematística de las condiciones laborales, abunda la politiquería y escasea la preocupación trascendente por otro paradigma formativo. En la cadena de actores que son decisivos en la reproducción o transformación de la conciencia colectiva el eslabón del maestro parece el más depauperado: sea por la enormidad de la labor que le toca, sea por la histórica precariedad de las condiciones de trabajo, sea por la crisis profunda que sacude en todo el mundo a todos los modelos educativos.
    Justamente el impacto de esta crisis del discurso escolar me servía el año pasado para las notas que escribí con ocasión del “Día del Maestro”. La situación hoy es la misma: por todos lados el espacio escolar hace aguas, prácticas y discursos anacrónicos sobreviven a fuerza de la presión del Estado y de una sociedad que asume como dogma que sus hijos deben ir a la escuela. En Venezuela estamos estrenando una “Ley Orgánica de Educación” que empieza lentamente a mostrar sus potencialidades. Pero no nos hagamos ilusiones: las mentalidades instaladas y el peso de las tradiciones de siglos allí congelados no serán pasivamente removidas por los efectos jurídicos de normatividades abstractas que los maestros apenas conocen.
    El gobierno tuvo once años pensando cómo cambiar el adefesio de “Ley de Universidades” que hasta ayer padecimos. Lo que resultó, por cierto, no es que sea muy glorioso. La historia con la “Ley Orgánica de Educación” no ha sido muy distinta. Ello nos habla de la distancia que nos separa de un espacio de formación efectivamente emancipado.
    Los maestros merecen toda nuestra estima y admiración. No hay nada personal en la crítica a un sistema que se ha vuelto irrespirable. Ojalá que hubiese mayor protagonismo en la lucha por otra manera de enseñar. 

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