Francisco Rodríguez
Universidad de Oriente/Bolívar
Ni cambio por las fuerzas de la inercia social mecánica, ni cambios radicales heroicos. Los cambios sociales significativos, quiere decir permanentes, auto-sostenidos, son el resultado de la sedimentación y combinación aleatoria en la estructura de la intersubjetividad que van incubando esa voluntad de cambio a veces de manera rápida, otras veces de manera lenta o a veces de manera claramente asincrónica. A retazos, empujones, estirones y desgarramientos, las mudanzas sociales se arremolinan a partir de ejes de gravitación que se desplazan en forma sistemáticamente aleatorias. Desde el status de una subjetividad-relacionada-mediada por la significación, los cambios se van incubando a través de procesos de construcción-reconstrucción de la trama de sentido que fundamenta las relaciones sociales.
Los cambios pensados desde la exterioridad de las estructuras sociales, el estado como estructura de poder generadora de movilizaciones sociales, las condiciones sociohistóricas que determinan el cambio y las agencias de vanguardia que liderizan los procesos revolucionarios; no tendrían eficacia material e ideológica orientada a las transformaciones si las estructuras de la subjetividad no se abrieran a estas instancias. Es desde las estructuras de (inter) subjetividad en donde se anidan las pulsiones y actitudes de cambio a través de un proceso de reconstrucción permanente de las estructuras de conciencia y de sensibilidad con respecto al mundo, al sí mismo y hacia los otros. Es en el laboratorio de la subjetividad individual y colectiva en donde se teje y desteje la urdimbre de la producción y el reconocimiento del sentido. Y es desde ese lugar donde es posible pensar el cambio.
Una persona que se encuentra atrapada en una situación que compromete su voluntad, forma de pensar y por tanto capacidad de toma de decisión, podría desde sus propias fuerzas internas y siempre en relación con el Otro y con los otros, revertir esa situación. Imposible que alguien lo haga por esa persona, ese grupo o esa comunidad. Igualmente tenemos el caso de una sociedad en su conjunto cuya situación es de un bloqueo para pensar el cambio, una incapacidad manifiesta para remover los obstáculos cognitivo-ideológicos que le impiden pensar en formas diferentes. No es por la intervención de un líder iluminado por más que esté dotado de buenas intenciones o por una vanguardia esclarecida como se remueven esos obstáculos que impiden pensar el cambio; es por los procesos inherentes al metabolismo subjetivo de esa sociedad por lo que se van a dar las transformaciones. Son la sociedad, el individuo, el grupo, la comunidad los que van a marcar el tiempo, el ritmo y la intensidad de esos procesos de cambio. El qué, el cómo y el cuándo de esos procesos no pueden ser predichos ni fijados por nadie.
Aquí no valen las profecías marxistas de las condiciones objetivas y subjetivas maduras para el desencadenamiento de los procesos revolucionarios; eso no se ha dado nunca en ningún lado del mundo y forma parte más bien del imaginario evolucionista vinculado a la ontología de la historia hegeliana. En los procesos del metabolismo basal subjetivo, las diversas configuraciones sociales, procesan muy idiosincrásicamente los estímulos-insumos que proceden de diversas instancias: conocimientos e informaciones, imaginarios y representaciones memoria y vivido histórico y circunstancias histórico-concretas que les ha tocado vivir.
En el cambio a veces muy lento y otras veces más rápido que experimentan las configuraciones sociales se traza el ritmo que ellas definen. Una sociedad o individuo, familia o institución pueden exhibir en un momento dado una situación de postración que los mantienen en un estado de letargo y alienación profunda y sin embargo por efectos de la recomposición de sus propias fuerzas internas podrían levantarse y comenzar a cambiar. Ahora bien esto puede ser estimulado por agencias catalizadores de estos procesos que actúan en el rol de coadyuvantes, nunca de interventores con licencia para definir y dirigir.
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